jueves, mayo 5


A los seis años experimenté lo que sentía el temor a perder a alguien, nunca me di cuenta que las personas valían más que miles de rompecabezas de colores para escaparme de la bañera. A los trece, un temor interior pero más superior a cualquier otro. y hasta ahora, siempre me ha costado no temerle a las cosas, a las personas y a las consecuencias. Si alguna vez he cambiado, me he dado cuenta sola. y no me refiero tan sólo a la forma física. quizá lo bueno de entrar en un espacio sin reducciones, es que te puedes abrir completamente a conocer distintas cosas, y a conocerte a ti misma de una forma distinta. A saber en quien confiar, en quien dudar y en quien creer, a ciencia cierta nada es similar y nada concuerda con el año anterior, y ninguno con el siguiente, toda cosa y relación cambia tan desgarradoramente, que ya me acostumbré a esperar mis reacciones. me importa en gran cantidad cada cosa minuciosa, cada detalle engorroso, pero no tengo las mejores palabras para definirme ni definir mis estados de ánimo. Lo cierto, es que últimamente, he conocido algo más fortuito que el destino, algo más esperanzador que una compañía, algo menos frágil que una palabra, algo desconocido, y que me cuesta aferrarme. estos días han sido algo extraños, mis sueños tienen algo inexorable que no me deja concentrarme, y mis miedos siguen, pero algo ha cambiado,algo que no tiene explicación, cosa que me deja hacer todo lo que quiero sin complejidades, libre. Se llama seguridad.